por: Martha Luisa Hernández Cárdenas (@_martikminipunto)
Sospecho que los deseos se sirven al vapor. Todo lo que esta familia deseó es convertirse en un archivo apócrifo de sillas. Observa cómo burbujea el agua y se ablandan las texturas, presta atención a lo deseado: una mesa servida, un almuerzo, un mediodía.
Notarás que algunos asientos son privados o domésticos, mientras que otros son colectivos, pero esto no quiere decir nada trascendental, es más bien una obviedad sobre los usos, sobre las estampas de mobiliarios que no se guardan nada para sí.
Me gustaría pensar que estas fotos son sagradas porque entonces no existía Instagram. Aparece un restaurante con manteles blanquísimos y un suelo lustrado. Luego otro restaurante en el que está el fantasma de un mesero, seguro que vigila a las sillas para que no se coman los barquitos hechos de servilletas duras. Es mediodía, creo, mediodía y domingo.
Un festín de deseos redondos, como el sillón de metal, las lámparas exteriores o la mesa de cristal.
Un festín a destiempo con trozos de sillas y sillas y sillas. Quién pudiera leer el futuro en estas imágenes, quién pudiera decir: una mesa servida, el agua se evaporó, ese sillón tal vez fue rojo o púrpura, tal vez ya no es.
Se sabe que hubo manos, antojos de buen gusto, un aula nueva con pupitres. Se sabe que un fotógrafo fantasma fue retratado mientras fotografiaba la clase vacía. La clase muerta, diría Kantor. La clase archivada, por decir algo menos dramático.
Banquete y banqueta son la misma cosa. Es extraño que compartamos un recuerdo exacto de la misma banqueta y que eso nos haga saborear unos casquitos de guayaba. ¿Por qué es tan importante fotografiarla? Entonces no existían grupos de venta de WhatsApp.
Es atardecer, creo. Ya no me parece insólito que nos cantaran nanas en el mismo sillón de madera, es por eso que soñamos con la voz de una madre o una abuela todos los días de la semana. Es de noche.
A veces hay que hacerle ceremonias espirituales a la EMPROVA.
Reconozco la fachada, el sillón colonial, influencias catalanas, creo que le he mirado desde la calle y he estado segura de que el fresquito del Vedado se queda todo ahí. Es solo una casa custodiada por sillones, si se mantienen en guardia, nadie la derribará, nadie la venderá o la comprará, ningún fenómeno natural la arruinará. Quién sabe la fecha exacta de la foto. Sé que fue un lunes.
El 17 de octubre de 1980 era viernes, y por eso la dedicatoria no es tan melancólica como la leo yo: “La famosa silla recuerdo de la tía Aida, en la sala de la casa con sus plantas”.
En el futuro serás un archivo apócrifo de sillas. Todas y cada una te esperarán. Presta atención a lo deseado: mantener viva la casa, conservar aquello que borbotea, las plantas, las columnas, las flores y las lámparas, el humo que dejan las familias extraviadas en imágenes.










